Enfrascado en la disputa de la recién estrenada Uleb Cup, al Baloncesto Fuenlabrada le cayó en suerte enfrentarse al Ural Great ruso. ¿Y eso dónde queda? Lo primero era saber que tal equipo pertenecía a la ciudad de Perm. Repetimos cuestión: ¿que dónde queda? Pues ni más ni menos que a 1443 kilómetros al este de Moscú. Lejos, lejos.
Petate al hombro, nuestros chicos pusieron rumbo a Perm a primera hora de la mañana de aquel 21 de octubre. Tras las largas horas de vuelo a Moscú tocó una tediosa espera hasta tomar el segundo avión que les conduciría desde la capital rusa hasta el punto de destino.
Llegada la hora y con la noche ya encima unos operarios del aeropuerto guiaron a los expedicionarios fuenlabreños por las pistas del mismo hasta que les señalaron cuál era el aparato que les transportaría hasta Perm. Boquiabiertos unos y temerosos otros, los nuestros se miraron atónitos. Ante ellos se levantaba una especie de Tupolev ruso, movido por hélices al que había que acceder por la panza de la nave.
Una vez dentro, la angostura del habitáculo no auguraba comodidad alguna para nuestros jugadores, aunque sin duda, el elemento estrella de la aeronave eran las cortinillas que tapaban las ventanas a modo de visillos de cocina.
Quienes allí estuvieron cuentan aún hoy que el ruido de las hélices hacía imposible descabezar el sueño, por no hablar de las sacudidas que sufría el aparato con vaivenes constantes a causa de su pequeño tamaño y de las tormentas que tocó atravesar. Quien peor lo pasó a tenor de sus sudores y de su mala cara fue el que encabeza este relato. Scott tardó días en recuperar el color.
Departamento de Comunicación del Montakit Fuenlabrada. |